Cuando tenemos un hijo que no habla como se espera a su edad, todos los padres nos hemos dejado llevar por la preocupación. La frase de “tranquilos no importa que tarde en hacerlo… a fin de cuentas seguro que no conoces a ningún niño que se haya quedado sin hablar… o sin andar…” la hemos escuchado infinidad de veces, y aún reconociendo que razón no le falta, no podemos dejar de sentirnos agobiados y ansiosos. Calma. Tranquilidad. Paciencia y unos cuantos consejos sencillos de cumplir que nos pueden ayudar tanto a nosotros como a nuestros pequeños.

Demostramos nuestro interés por todo aquello que nos dicen. Muchas veces es difícil hacerlo con el ritmo de vida acelerado que llevamos, pero cuanto mejor le atendamos, más ganas tendrá de comunicarse y al mismo tiempo, más posibilidades tendremos de comprender lo que intenta decirnos. Eso sí, nunca apremiarles en sus respuestas, aunque tarde…

Si nos dice una frase o una palabra mal pronunciada, es necesario que acojamos su esfuerzo de una manera positiva . Si nos dice, por ejemplo, “tero ubar al amión”, no tenemos que destacar lo que ha dicho mal (“no se dice amión, se dice camión, dilo ca-mi-ón)… sino vamos a devolverle su frase bien dicha “Vale, vamos a jugar con el camión. Te lo pasas muy bien con el”. Sin querer oirá su frase tal y como debería ser dicha.

No juguemos con ellos a repetir palabras que nosotros elijamos. Vamos a dejar que su lenguaje sea algo espontáneo. Pero si vamos a estimular su lenguaje de una forma más natural: leamos cuentos, cantemos, nombremos (sin exigir, como acabamos de indicar, que lo repita) las cosas de su entorno, hablémosles… Todo ello ayudará a mejorar la comprensión.

Usemos un lenguaje adecuado a su edad. Tanto el lenguaje sofisticado como el que podamos usar con un bebé, no les hace ningún bien. Los coches son coches… ni automóviles, ni popós.

Seamos precisos en nuestras frases. “Deja eso ahí” es una frase muy vaga. “Deja el coche dentro de la caja” no deja ninguna duda de a lo que nos referimos.

Ampliemos sus frases. Les entendemos perfectamente cuando nos dicen “agua”. Pero si les devolvemos su petición con una frase elaborada “si quieres agua, ahora mismo te la doy” el beneficio será mayor.

Favorecer que en nuestros diálogos use toda clase explicaciones, para que el “si” o el “no” no sean sus únicas respuestas.

Y sobre todo, vamos a confiar en la evolución de su lenguaje. Si lo hacemos de forma relajada y en dosis justas (es mejor la calidad que la cantidad), si le miramos a los ojos y le trasmitimos nuestro apoyo con el tacto… iremos consiguiendo que evolucione. Y estaremos más tranquilos.

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