La obesidad infantil es uno de los problemas más frecuentes de «malnutrición» en los países desarrollados.

Sobrepeso

Aunque existen personas con tendencia a ganar kilos de más, la mayoría de los niños con problemas de sobrepeso comen mal y acusan la despreocupación de sus padres por su alimentación. También hay que tener en cuenta que, en el colegio, el control de los padres desaparece, y el niño puede administrar mal el dinero que recibe de sus progenitores, gastándoselo en chucherías, dulces y refrescos.

Algunas de las actividades diarias como el ir al colegio en autobús, subir en ascensor, la participación en actividades extraescolares sedentarias (manualidades, idiomas,..), o el exceso de horas de televisión o videoconsolas, hacen que el niño se introduzca en un estilo de vida sedentario.

Los niños que van regularmente al pediatra tienen menos riesgo de sufrir obesidad, ya que el médico es capaz de detectar desde el principio pautas de salud que pueden desembocar después en un problema de sobrepeso.

También nosotros en casa, podemos hacer un seguimiento de nuestros hijos y ver si su peso es el ideal para los niños y para las niñas

Una opción muy saludable es acompañar al niños en su esfuerzo contra los kilos con una dieta similar, además de permitirle de vez en cuando algún capricho. Compartir con él una alimentación sana y equilibrada no sólo le dará confianza, sino que le servirá de ejemplo.

Este es un ejemplo de menú habitual de los niños con más calorias de las que realmente necesita:
Desayuno: leche con cacao, galletas o magdalenas.
Almuerzo: zumo, refresco con gas y bollería industrial (palmera, donut, napolitana…).
Comida: espaguetis con tomate, filete con patatas y postre lácteo o helado.
Merienda: bocadillo de fiambre o sándwich o bollos, chucherías, bolsa de patatas fritas.
Cena: tortilla de patata, fritos congelados, pizza, hamburguesa.

En la alimentación más habitual entre los niños encontramos un importante exceso de grasas y comidas hipercalóricas, con un considerable abuso de la comida rápida. A los niños les encanta la pasta, las pizzas, las hamburguesas… alimentos muy sabrosos, pero con demasiadas calorías. Lo primero que tenemos que hacer es eliminar estos productos de la alimentación habitual, pero no descartarlos como un premio excepcional al esfuerzo de una dieta estricta.

También tendremos que eliminar ciertos productos precocinados, que se caracterizan por ser hipercalóricos y poco alimenticios. Es el caso de los sándwiches envasados o los fritos congelados, como croquetas, patatas, calamares, varitas de pescado, que contienen mucha grasa, carbohidratos y calorías.

Los refrescos gaseosos de fruta o cola son otro de los compañeros habituales de los más jóvenes. Los refrescos carecen de valor nutritivo y tienen exceso de azúcares, por no mencionar que el gas no es el mejor aliado del estómago. El agua mineral, los zumos, la leche y batidos son la mejor opción a la hora de saciar la sed fuera de casa.

Por su parte, las galletas y el pan son excelentes fuentes de hidratos de carbono, muy necesarios para el organismo. Sin embargo, no conviene abusar de su consumo. Serán mucho más beneficiosos si le incorporamos una buena ración de fibra, así que optaremos siempre por productos integrales. En el caso de las galletas, existen variedades integrales deliciosas que no decepcionarán el paladar de los niños más golosos.

Por último, es muy importante habituar a los niños a comer verdura y fruta. Son, por lo general, productos hipocalóricos, ricos en vitaminas, minerales, y, en el caso de la fruta, con cantidades moderadas de carbohidratos y azúcares. Además, el sistema digestivo lo agradecerá gracias a su importante contenido en fibra, fundamental para combatir el estreñimiento.

El aceite de oliva en crudo es fundamental para el sistema cardiovascular y el pan, rico en carbohidratos, importante para proporcionar energía. No está de más variar las tostadas con margarina y mermelada por unas tostas con aceite de oliva para desayunar.

Por otra parte, es muy importante introducir las legumbres en la dieta infantil, aunque muchos niños suelen rechazarlas. Debemos insistir en ello puesto que son tan energéticas como la carne, pero a la vez bajas en grasas. Además, suministran cantidades elevadas de minerales imprescindibles para el desarrollo como el hierro y el calcio.

El pescado azul debe ser otro de los aliados de la dieta de los niños. Las sardinas, el atún, el lenguado o los boquerones son ricos en minerales y ácidos grasos, imprescindibles en la alimentación por sus propiedades beneficiosas para el corazón y la circulación sanguínea.

Finalmente, aunque es bueno aplicar este tipo de dieta a todos los niños, es conveniente ajustarla fundamentalmente en casos de obesidad. Cada persona tiene sus propias necesidades calóricas y se dan casos de niños inquietos que no engordan nunca porque gastan todas las calorías que ingieren. En los casos de incipiente obesidad, como siempre, lo mejor es seguir el asesoramiento del médico o de un especialista en nutrición y dietética.